Comunicación: 2.1. Dolmen de Montelirio

La historia de un bien protegido en situación de riesgo real.

Con las primeras investigaciones quedó patente que el lugar daría que hablar durante bastante tiempo. Lo que no esperábamos es que fuese más por las amenazas que iban surgiendo continuamente, que por su extraordinario valor científico y patrimonial.

En 1998 se identificaron dos estructuras funerarias, gracias a la realización de un sondeo que pretendía reconocer el potencial arqueológico de la finca de Montelirio previo a su desarrollo urbanístico. Se trataba de realizar una prospección para identificar las estructuras y realizar una limpieza superficial, pero no una excavación arqueológica, que se reservaría para un futuro. Por otro lado, en el entorno se detectaron otras 16 estructuras de naturaleza funeraria, con tendencia a extenderse por otras zonas, en conexión con las evidencias halladas en el área cercana, al norte del municipio de Castilleja de Guzmán, en clara alusión a su contexto prehistórico en el que se inserta: el área exclusiva de la necrópolis calcolítica, compartida con la vecina localidad de Valencina de la Concepción.

No tardó mucho tiempo en aparecer la polémica. En el año 2003 se aprobó inicialmente el conocido como PP4 (Plan Parcial número 4), que planteaba la construcción de un centro comercial y un geriátrico en los bordes del túmulo del Dolmen, encajonando la estructura principal y descontextualizándola del resto del yacimiento. Estos usos, al entenderse como servicios al municipio, difícilmente podrían ser rechazados a priori por la ciudadanía. El resto de los hallazgos de la necrópolis en el término guzmareño sucumbirían irremediablemente bajo viarios y manzanas de adosados.

La realidad se anticipaba en la obra de José Saramago La Caverna, como bien recordaba un vecino : sobre un dolmen prehistórico, en su túmulo, se había construido “una gran superficie comercial dando sentido a la vida de las personas, mientras en el sótano se respiraba el aire sagrado que explica lo que somos”.

Simultáneamente al proceso de redacción del planeamiento urbanístico, se tramitaba el expediente para la inscripción específica en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, con la categoría de Monumento, a favor del conjunto dolménico de Valencina de la Concepción y Castilleja de Guzmán, incluyendo el de Montelirio como uno de los elementos singulares a proteger. La planimetría contenía una delimitación perimetral de buena parte del túmulo del Dolmen; sin embargo en la posterior resolución de la declaración, el entorno de protección fue reducido amoldándolo al proyecto urbanístico.

En ese sentido, la reducción fue aprovechada sin miramientos para llevar hasta el límite del entorno los usos lucrativos planteados en el PP4, ocupando más aún la zona del túmulo en terrenos que inicialmente iban a estar protegidos. Hasta se llegó a decir que la entrada para las visitas al Dolmen se podría realizar por el aparcamiento del centro comercial. Con estos planteamientos, se antojaba imposible la tarea de procurar el reconocimiento del yacimiento en su conjunto y el respeto al túmulo y al Dolmen de Montelirio.

La respuesta de la ciudadanía organizada y a título individual no se hizo esperar: constantes apariciones en los medios de comunicación argumentando razones a favor de la salvaguarda del patrimonio arqueológico o simplemente denunciando una situación de riesgo a la que se debía poner freno. Tal es así, que era difícil encontrar una semana en la que la prensa no se hiciera eco de la situación del Dolmen de Montelirio con algún comunicado de una asociación, carta al director o un reportaje de investigación.

La Mesa Ciudadana para la Defensa de los Valores Arqueológicos, Paisajísticos y Medioambientales del Aljarafe Norte, plataforma constituida por 11 entidades de defensa del patrimonio y del territorio , realizó un comunicado manifestando su oposición a la forma en que se estaba tratando el patrimonio arqueológico, con irregularidades en los procedimientos administrativos y en las excavaciones arqueológicas y a la apuesta errónea por un modelo de puesta en valor regresivo y limitador que en definitiva destruye el entorno del Dolmen.

A parte, intervinieron el Defensor del Pueblo, la Fiscalía de Medio Ambiente, el Seprona, otras plataformas ciudadanas, profesores de universidad, arqueólogos… en definitiva, ciudadanos e instituciones con distinta representación que entre todos consiguieron hacer un hueco en nuestro imaginario para ubicar el nombre del Dolmen de Montelirio y ligarlo a la lucha por la defensa del patrimonio.

Mientras tanto, se realiza la excavación previa en toda la zona, financiada por las empresas inmobiliarias que promueven el planeamiento convenido. Sin dudar de la capacidad de los técnicos implicados, se pone de manifiesto que los ritmos y exigencias no vienen marcados por la circunstancia de la excavación de la parte de una gran necrópolis de singular valor científico, sino por las prisas y las necesidades económicas de los propios promotores de la iniciativa urbanística. La excavación de urgencia se aleja en todo momento de los planteamientos que exigiría un yacimiento de estas características, puesto que el monumento precisaría del desarrollo de un proyecto de investigación en toda regla, analítico, reflexivo y profundo, que en suma pudiera aprovechar en toda su extensión la oportunidad de explotar científicamente un patrimonio irrepetible.

Varios años más tarde, la actividad urbanística se ralentiza poco a poco hasta pararse en seco por la quiebra de la inmobiliaria, dejando toda la zona excavada al descubierto, víctima del expolio, la acumulación de basuras, las “botellonas”, los efectos de las inclemencias metorológicas… Aún hoy se pueden apreciar restos óseos a la intemperie, o lajas de pizarra partidas junto a distintas alineaciones que evidencian la existencia de otras estructuras funerarias.

Las persistentes lluvias del pasado invierno sorprendieron al Dolmen desprotegido, inundando toda la extensión de las excavaciones abandonadas del PP4. Las quejas llegaron hasta las administraciones, que a última hora encargaron una cubierta de protección para el Dolmen. Por desgracia, hasta en dos ocasiones las fuertes rachas de viento se empeñaron en derruir la delicada cubrición provisional, lo que finalmente provocó que se dispusieran unos plásticos para proteger la excavación.

Un giro sustancial se produjo con la llegada de una nueva Directora General de Bienes Culturales –Guadalupe Ruiz Herrador-. Se inició la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz como Bien de Interés Cultura, con la tipología de Zona Arqueológica todo el yacimiento prehistórico en su conjunto, incluyendo tanto el Dolmen de Montelirio como parte de las manzanas residenciales del PP4. En base a esto, la Consejería de Cultura realiza un comunicado de prensa rechazando los planes urbanísticos para la construcción del geriátrico y el supermercado en los bordes del túmulo.

No es la única buena noticia, pues también se recibió con alegría el inicio de las investigaciones arqueológicas sobre el Dolmen y su entorno. Hasta se han llegado a realizar numerosas visitas a las excavaciones, exposiciones o incluso charlas de los arqueólogos encargados del proyecto.

Por ahora, se mantiene la incertidumbre sobre una iniciativa municipal para la puesta en valor del Dolmen de Montelirio, de la que hasta la fecha se desconocen los detalles, salvo la idea de que se trataría de una intervención para hacer visitable el lugar horadando perimetralmente un pasillo a modo de trinchera, con la intención de observar las lajas de pizarras desde la cara externa. Una visión que jamás tuvo nadie.

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